CONMIGO NO

 



                                CONMIGO NO 

 

 

 

 

            La escritora y ensayista, Beatriz Sarlo tuvo que declarar ante la Justicia con motivo del ofrecimiento realizado por la esposa del Gobernador Axel Kicillof, Soledad Quereilhac, para intervenir en una publicidad del procedimiento de vacunación llevado a cabo en la Provincia de Buenos Aires, mediante la gestión de una tercera persona, editor de la escritora.

 

            Los contrapuntos nos recuerdan el incidente que tuviera la notable intelectual en el programa 6, 7 y 8, cuando el inefable Orlando Barone intentara vincularla con el Grupo Clarín, en un prólogo a pura verborragia.


          Por entonces, el envío televisivo era una columna militante y fervorosa adicta al gobierno Cristinista.

 

            La escritora lo interrumpió, en forma tajante, y le respondió: “Conmigo no, Barone, conmigo no”.

 

            A la par que, en pleno aire, le recordaba los lugares en que había trabajado con pertenencia a las empresas del monopolio, le puntualizaba su relación con La Nación, consagrando un momento de tensión extrema. 

 

            Fue tan cruda la expresión, franca, sincera y doliente que el periodista, y  el conjunto tardaron en superar el impacto, para luego transitar otros rumbos provocados por la entrevistada.


              Los segundos decantaron con su imagen y la expresión severa que no pudo o no supo ser confrontada. 


                La dirección de cámaras también fue sorprendida y golpeada, naufragando sin respuestas.

 

            El paseo envenenado al que pretendían someterla con escarnio público tuvo una devolución fulminante, impensada y de extrema dificultad para afrontar y superar. 

 

            Con semejante antecedente, Beatriz Sarlo es una invitada sumamente peligrosa para un interlocutor inocente, improvisado o de jerarquía inferior.

 

            Fue contactada por la crítica e investigadora Soledad Quereilhac, que le transmitió su propuesta al editor Carlos Díaz, para que este hiciera lo propio con la escritora.


            Nunca tuvo posibilidad la interesada de tomar contacto personal con Beatriz Sarlo. 

 

        Convocaban a personalidades reconocidas a los fines de aumentar la confianza de la gente en la vacuna Sputnik V.

 

            La esposa del Gobernador había integrado su cátedra en la Facultad de Filosofía y Letras.

 

            El ofrecimiento no estuvo acompañado de información pública de la agencia que ofrecía la vacuna, sin personal especializado que avale la decisión y tampoco el criterio de selección de las personas que darían el ejemplo.

 

            Sarlo, opuso entonces una dimensión ética, en cuanto al derecho a vacunarse según las normas de la convocatoria oficial y la “tilinguería” que representa que un grupo de notables vacunados convenza a la gente que tiene más necesidades y vive en peores condiciones de las bondades de la oferta.

 

            Pudo más la cuestión escénica de obtener la participación ilustre, la convicción de intervenir en una gesta heroica, que la ponderación de un ofrecimiento inadecuado e incorrecto.

 

            La convicción que el poder todo lo puede y que la legitimidad política permite utilizar el prestigio de terceros en una gestión administrativa, siempre nubla la razón y el fundamento.

 

            Beatriz Sarlo fulminó la gestión, como lo hizo con la insolencia televisiva de Barone.

 

            Una negativa contundente a cualquier participación que le valiera una posición distinguida dentro del sistema programado de vacunación.

 

            La Justicia decidirá el entuerto.

 

      Axel y su mujer se desviven en explicaciones de algo que no tuvo razón de ser. Tanto que definitivamente no lo fue-

 

            No paso de un triste ensayo con variados personajes de la escena nacional.

 

            La propuesta había extraviado el sentido en su propio inicio.

 

            Las explicaciones refieren una frustrada campaña pública, que destinaba una pequeña cantidad de vacunas para algunas personas reconocidas.

 

            El resto es negativa y persistencia en ella.

 

            Soledad Quereilhac alegó que no es funcionaria del gobierno, no tiene potestad de ofrecer vacunas y acusó a Beatriz Sarlo de sobreactuar honestidad.

 

            Le solicitó rectificar sus dichos y por toda respuesta obtuvo el testimonio de la escritora ante los jueces.

 

            Material que se suma al contenido del vacunatorio Vip.

 

            La frustrada campaña tuvo deslices que hicieron que nunca prosperara y críticas de origen que la sentenciaron negativamente.

 

            Sarlo mantiene su postura y Quereilhac fue víctima de su propia torpeza y los malos consejeros.

 

            La prudencia estuvo ausente.

 

            

            

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