SIN MACRI NI CRISTINA

 



SIN MACRI NI CRISTINA

 

 

 

 

 

Hace unos días me encontraba cenando, con Amalia, mi esposa, en un restaurant en las veredas de City Bell, cuando se instalan en la mesa aledaña un amigo con larga historia política de múltiples cargos en el peronismo y su mujer, aclarando según ella que todavía no había firmado, ni tampoco pensaba hacerlo, algún papel que la desvincule de dicha relación.

 

Luego de los saludos, distancia social mediante, desde cada una de las mesas iniciamos un diálogo de ribetes extraordinarios por la riqueza de los valores en juego.

 

Formularon una primera aclaración. Estamos separados y cada uno vive en un dúplex cercano en un mismo complejo.

 

Alquilamos la casa familiar, ya que ella en un momento decidió armar una pequeña valija e irse. Efectos pandémicos de la convivencia sin descansos, salidas, ni opciones temporarias.

 

Lo primero, la relación afectuosa, las diferencias, el respeto. La ironía y el alegre momento construido con dos personas queribles, cálidas y de gran experiencia vital.

 

Ella, explicando la decisión, bolsito en mano, muy liviana de equipaje, desde una perspectiva de independencia y creatividad.

 

La vida, con cierta edad, pero con la pasión intacta y la búsqueda de emociones y serenidad espiritual.

 

El peronista, ella antiperonista, pero ambos propositivos, ajenos al discurso disruptivo, agresivo, separatista y excluyente.

 

Simplemente, propiciando la búsqueda de un país normal.

 

Entonces, apareció la propuesta: pensemos un país sin Macri, ni Cristina.

 

Sin amigos ni enemigos. Con los unos y los otros.

 

Sin dialéctica combativa, ni descalificación. 

 

Construir juntos en las diferencias.

 

Tal cual lo estaban haciendo ellos en su conflicto personal.

 

A la vista de sus hijos y nietos que entendían aún mejor la relación que construían que ellos mismos.

 

Valija en mano y en el ámbito de la necesidad de su propio espacio, respetando sus tiempos, encontraron otro modo e incluso otro ámbito para dialogar.

 

Ahora, transmiten su experiencia a la política.

 

Macri y Cristina no pueden o no quieren construir otra relación que no sea la disputa y el enfrentamiento agresivo e insultante.

 

Se necesitan de manera recíproca en esos roles para, desde la antinomia, garantizarse el dominio del escenario político.

 

Desde una idea muy simple puede crecerse en el consenso e intentar algo distinto.

 

Simplemente, sin Macri, ni tampoco Cristina.

 

Un país normal es posible.

 

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