AÚN EN EL LÍMITE, SE MANTIENE EL SISTEMA Y SUS INTÉRPRETES

 



AÚN EN EL LÍMITE, SE MANTIENE EL SISTEMA Y SUS INTÉRPRETES

 

 

 

 

En los Estados Unidos, un presidente mesiánico, totalitario, egocéntrico y desbordado, desafía al sistema institucional desconociendo los resultados electorales e instando a sus partidarios a promover actos de violencia y degradación.

 

Sin aportar pruebas concretas y puntuales demandó a los jueces la nulidad de las elecciones y, al amparo de generalidades y vaguedades, no obtuvo más que rechazos en todas las instancias judiciales intervinientes.

 

El personalismo extremo lo corona en el aislamiento delirante, a un grado de tal naturaleza que llevaron a Twiter y Facebook, en una medida sin precedentes, al bloqueo temporal de sus cuentas personales.

 

También, al igual que Youtube, eliminaron videos publicados por Trump. 

 

Fueron considerados violatorios de las reglas sobre integridad cívica e incluso desde Twiter se dijo que la cuenta estaría bloqueada durante 12 horas y que si no se eliminan los tuits ofensivos, “permanecerá bloqueda”.

 

Las violentas protestas en el Capitolio fueron instadas desde las cuentas por el Presidente, a tenor de la siguiente secuencia:

 

El Congreso, presidido por el vicepresidente Mike Pence, se reunió para certificar el resultado de las elecciones. Joe Biden registra un total de 306 electores del Colegio Electoral, superando con holgura el número de 270 para ser consagrado Presidente.

 

Donald Trump le exigía a su vicepresidente y al líder de la mayoría republicana del Senado, Mitch McConnell, que revisaran los cómputos electorales.

 

Mike Pence, rechazó las demandas de su Presidente, de seleccionar unilateralmente los votos del Colegio Electoral. 

 

En una carta dirigida al Congreso expresó: “Es mi razonamiento meditado, que mi juramento de seguir y defender la Constitución no me permite reclamar autoridad unilateral para determinar que votos deben ser contados y cuales no”.

 

No le corresponde alterar el resultado electoral. Las instituciones se habían expresado y solamente faltaba la certificación final del Congreso. Una ceremonia formal que los embates presidenciales querían transformar en una quimera desgraciada.

 

En la misma línea, Mitch McConnell dijo: “Si esta elección fuera anulada por meras acusaciones del bando perdedor, nuestra democracia entraría en una espiral de muerte”. 

 

La respuesta presidencial inmediata y fulminante inició la debacle enardeciendo a sus seguidores: "Mike Pence no tuvo la valentía de hacer lo que debería haber hecho para proteger a nuestro país y a nuestra Constitución”.


Las provocaciones presidenciales generaron el desborde de sus partidarios, el caos y las fotos grotescas de un sector border line, extremista e insensato.

 

El relato y la fantasía caían irremediablemente. Daban paso a un final penoso, grosero en sus expresiones gráficas brutales.

 

Un giro latinoamericano en la política norteña.

 

Caos y desbordes inéditos, invasión del Capitolio por una turba enardecida y alimentada con un verbo despiadado y grosero.

 

En el recuerdo, otras elecciones discutidas, como las de Richard Nixon y John Kennedy en 1960, que se cerraron con la concesión del candidato republicano, y el limite categórico fijado a sus seguidores. 

 

En las palabras de Nixon. “La democracia en EEUU es más importante que una elección”.

 

Con esas expresiones dejó atrás las denuncias de fraude y evitó la catarsis hacia el malestar civil.

 

Trump, por el contrario, demuestra no tener límites para retener el poder.

 

Rechaza la voluntad de la mayoría de los votantes, lo actuado por la Justicia en sus denuncias, la proclamación del Colegio Electoral e impide la certficación por el Congreso.

 

Abrazado a una narrativa estéril, prisionero de sus redes y explosivo en su resonancia mediática, acaba de ser notificado que, en la madrugada, el Congreso ha certificado el triunfo de Joe Biden en las elecciones.

 

Solamente le queda hacerse cargo de una transición ordenada.

 

En estos momentos de crisis pandémica, lo único constante es el cambio y la incertidumbre. 

 

El sistema deberá construir liderazgos democráticos, participativos e integrativos de amplios universos.

 

Aún en las horas más oscuras, siempre hay intérpretes que no se apartan un ápice de la Constitución. Fueron lideres republicanos los del apego más estricto, despojados de interpretaciones esquivas y abusos engañosos.

 

En un ejercicio costoso y doloroso, la democracia le gana a las grietas, los odios, y consolida un camino de renovación y esperanza. 

 

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