LA CUARENTENA: SU RECORD Y LA FALTA DE LIBROS Y ALPARGATAS

 

                    LA CUARENTENA: SU RECORD Y LA FALTA DE LIBROS Y ALPARGATAS

 

 

 

Argentina inició su confinamiento obligatorio el pasado 20 de marzo, con la decisión oficial de imponer un freno casi total a su economía.

 

Han transcurrido más de seis meses y, con algunos matices de aperturas parciales, el aislamiento se encuentra extendido hasta el 11 de octubre.

 

Por su dimensión, constituye una experiencia única, en su genero, en el mundo. 

 

Actualmente, se advierte su incierta evolución y resultados, a la par que la situación epidemiológica aún no se encuentra bajo control. A dicha incertidumbre, se suman los equívocos y omisiones de los cómputos, registros y controles.

 

A tal punto, que se abandona la expresión cuarentena en el lenguaje oficial, a la par que la clásica y sistemática disertación presidencial con acopio de filminas.

 

Lo que no se encuentra perdido precisamente son los brutales efectos económico sociales de la determinación de fulminar la economía.

 

Todos los datos objetivos concuerdan en la existencia de una situación catastrófica. Es imperioso reflexionar y distinguir los efectos de la pandemia propiamente dicha, de los producidos por la intransigente postura respecto a la parálisis de la economía.

 

Ya se advierte la simplificación analítica de atribuir la caída exclusivamente a la pandemia viral, despegando de toda relación causal al confinamiento obligatorio. 

 

La consigna oportunamente instalada de cuarentena o muerte ha dado paso a la necesidad real de los ciudadanos de procurar sus propios sustentos. El universo de asistencia estatal no comprende a quienes luchan por la dignidad del trabajo como cultura personal.

 

Se advierte claramente la experiencia de otras latitudes donde gana la necesidad de continuar con la vida habitual,  en un nuevo escenario de realidad viral.

 

Las alpargatas y los libros han quedado encerrados en sus casas. Los trabajadores y estudiantes relegados de toda actividad presencial. No hay otra manifestación que la virtual.

 

En materia docente, los sindicatos han cerrado filas con los funcionarios para evitar cualquier recurso que no fuera digital al extremo de agitar el “Hashtag” Las plazas no son escuelas.


Los dirigentes sindicales transitan cargos electivos o ejecutivos y en forma silenciosa transcurren la cuarentena acompañando al pensamiento único del encierro global de los libros y las alpargatas.

 

Siendo innecesaria la virtud del mérito, mucho menos la cultura y el esfuerzo.

 

Acorde con dicho criterio presidencial, hay que mantener cerrada la escuela presencial, cuyo método tradicional ha sido construir la noción del mérito actualmente denostado.

 

Vamos todos atrás de la uniformidad de la asistencia estatal, planes, bonos y limitaciones de las iniciativas privadas.

 

El Estado se constituye como fuente de regulación y proveedor. Se propicia el fin de la cultura del esfuerzo, la dedicación y el estudio como método de ascenso social. 

 

Concurren factores meditados como iniciativas políticas. No hay trabajo y mucho menos integrado a un ideal educativo. Tampoco es necesario desarrollar hábitos de orden y disciplina. Basta con obedecer la voluntad estatal.

 

Educación y Trabajo (Libros y Alpargatas) son fallidos del pensamiento oficial. En ambos casos, los dirigentes sindicales protagonizan un sonoro silencio.

 

Existe otro camino posible, pero este cruel desnudo no resulta sorpresivo. Es la cabal expresión, mas cruda en cuarentena, de un modelo de intervención y gestión estatal que necesariamente conduce a una mayor pobreza.

 

El aislamiento obligatorio sincera brutalmente al gobierno. Lo expone en forma patente al escrutinio ciudadano. 

 

Los resultados que se advierten condicen con la práctica empleada: fatalidad económica y educativa e incertidumbre epidemiológica.

 

El explosivo aumento de la pobreza contiene una novedad estadística y social

 

Ahora, sectores medios cayeron bajo el flagelo, a consecuencia de la parálisis económica.

 

Se trata de familias que no estaban protegidas por los programas sociales.

 

El 1 de octubre pasado, Agustín Salvia, Director del Observatorio de la Deuda Social Argentina, explicó los motivos por los cuales la medición del INDEC registra nuevos pobres. Lo señaló  por la pérdida del empleo de sectores que no tenían asistencia estatal.

 

El grave problema argentino es que los planes sociales acentúan una mayor dependencia de la ayuda pública.


No son programas transitorios que derivan en la creación e incorporación de las personas a empleos genuinos. No se encaminan a progresar en la cultura del trabajo.

 

El clientelismo y la forma de militancia política transforma a los beneficiarios en rehenes de su vigencia y transcurren generaciones que se multiplican bajo su sombra.

 

Se les suman como matices y extensión, las actividades del narcotráfico y la delincuencia. Extraordinario tríptico que progresa sistemáticamente y desprecia el trabajo del hombre común.

 

Pero persiste, fundamentalmente, un objetivo político distributivo en la inmensidad de la presencia estatal. Administrar la creciente pobreza a la que fatalmente conducen las ideas propuestas. 

 

Ante el progreso de la decadencia,  la menor actividad económica y el sometimiento cultural, tendremos que estar muy agradecidos al mendrugo del gobierno. 

 

Se salvan los Jerarcas, las Corporaciones, los empresarios ineficientes  y los amigos del Poder. 

 

La estructura ideológica que cobija la cuarentena obligatoria es enemiga de las iniciativas privadas, expulsa a los emprendedores del País, paraliza la economía, impide la circulación de las Alpargatas y los Libros y construye un círculo virtuoso alrededor del Estado como proveedor infinito.

 

En este curioso experimento,  progresivamente, cada vez son más los que tienen menos.

 

Cada vez más lejos los países más cercanos: Chile y Uruguay. 

 

Venezuela nos queda muy cerca.

 

 

 

 

 

 

 


 

 

 

 

 

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