LA OPULENTA CIUDAD DE BUENOS AIRES

 

LA OPULENTA CIUDAD DE BUENOS AIRES. 


“Nos llena de culpa ver a la ciudad de Buenos Aires tan opulenta, bella, desigual e injusta con el resto del país”  

(Expresiones públicas del Presidente Alberto Fernández)

 

 

         La ciudad Autónoma de Buenos Aires le genera, al Presidente, un sentimiento emocional negativo. Es un afecto doloroso que surge de su creencia de haberse traspasado las normas éticas o sociales e incluso en perjuicio del resto del país.

         

         La culpabilidad surge de alguna falta que se ha cometido. Consiste en la omisión de la conducta debida, para prever y evitar el daño, por parte de los gobernantes capitalinos, ya sea por negligencia, imprudencia o impericia.

 

         Habrá que estar atentos al comportamiento de los destinatarios del reproche para afrontar lo sucedido. 

 

         Tendrán tristeza por el daño causado y en consecuencia les ganará el deseo de pedir disculpas.

 

         Enmendarán la acción y aprenderán de la experiencia para no repetir la conducta.

 

         Lo notable es que el juicio comparativo es “in totum” con el resto del país.

 

         Curioso ejercicio para distraer los méritos ajenos y disfrazar las miserias propias. Poner las culpas en el otro.

 

         El discurso público se encarga de esforzarse por señalar que saldremos de la crisis viral y económica repartiendo culpas.

 

         Este camino resulta verdaderamente más sencillo y se encuentra en perfecta sintonía con similares expresiones vertidas por la Vice Presidenta.

 

         No se advierten las razones del refugio en las posiciones extremas. 

 

         Al progreso y la armonía del vínculo, gestado con el Jefe de Gobierno de la Ciudad Autónoma durante la pandemia, se lo agrede innecesariamente, en forma cruel y asociada a  las posturas históricas señaladas.

 

         La inculpación tiene mejor recorrido y libera de rendir cuentas  a  responsables de otras jurisdicciones que no arrojan buenos resultados en sus gestiones, ni tampoco eficiencia y eficacia.

 

         Las expresiones aumentan las tensiones políticas y genera un clima tóxico en un momento de extrema debilidad.

 

        Las necesidades políticas imponen a los hombres sus cambios de rumbo.

 

        Lleve cada uno su culpa y no habrá culpables (Antonio Porchia).

 

          

         

 

         

         


         

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